¿Otra vez el iPad en la mesa mientras comemos? Lo confieso: esta escena se repite más veces de las que quisiera y cada más a edades más tempranas. Y cada vez que ocurre, siento que no estoy sola. Sé que muchos padres y madres del colegio vivimos algo parecido. No es solo una lucha entre adultos y niños, sino una conversación constante en casa: cómo convivir con las pantallas sin que nos ganen la partida.La preocupación es compartida. Cada vez hablamos más entre familias sobre el uso excesivo de dispositivos y el impacto que tienen en el día a día de nuestros hijos. Porque sí, lo notamos: menos juego al aire libre, menos lectura, más distracciones y, a veces, menos diálogo. También nos preocupa el sueño, la atención, la exposición a contenidos inadecuados o el temido ciberacoso.No son solo percepciones. Los datos de los organismos oficiales, los psicólogos y neurólogos confirman que un exceso de tiempo frente a pantallas puede afectar al descanso, aumentar la irritabilidad y reducir las interacciones sociales cara a cara. Y en un entorno tan diverso como el nuestro, equilibrar rutinas y hábitos digitales no siempre es sencillo.Pero la gran pregunta es: ¿qué hacemos ante esto?.¿Cómo acompañamos a nuestros hijos sin caer en el control excesivo ni en la permisividad total?No se trata de declarar la guerra a la tecnología. Vivimos en un mundo digital e interconectado, y eso no va a cambiar. No podemos obviar este hecho en la educación de nuestros hijos. Lo que sí podemos hacer es ayudarles a usarla con sentido, para que la tecnología esté a su servicio - y no ellos al servicio de la tecnología - .Y claro, a veces llegan las frases míticas:“Todos mis amigos tienen móvil, mamá. Soy el único que no se entera de nada.” . A todos nos suena.Y ahí entran las dudas, las comparaciones e incluso la culpa: el colegio usa iPads, que si los amigos ya lo tienen, que se lo regalaron sin preguntar….Pero al final, la decisión está en casa. Somos los padres quienes debemos marcar los límites y acompañarles en su aprendizaje digital.Los expertos recomiendan retrasar que los chic@s tengan un móvil personal hasta los 12 o 14 años, o al menos hasta que demuestren madurez suficiente para gestionarlo. Pero cada familia es distinta, sus necesidades y el uso que les aporta (por ejemplo la geolocalización) y no hay una receta única. Lo importante es tener información, conversar en casa y actuar con coherencia.Y al colegio, por su parte, no deberíamos verlo como un enemigo. En mi opinión, debemos verlo, más bien, como un aliado. Existe un “código de buenas prácticas” sobre el uso de dispositivos que los alumnos conocen y que puede servirnos también de guía en casa.La tecnología, bien usada, puede ser una gran herramienta: abre puertas al conocimiento, fomenta la creatividad y nos conecta con el mundo. Pero para que realmente lo sea, necesitamos diálogo, límites y acompañamiento.Creo, sinceramente, que este es un desafío que no podemos ni debemos afrontar solos pero obviarlo o evitarlo no hará que desaparezca el riesgo.Familias y colegio formamos parte del mismo equipo. Si caminamos juntos, si compartimos criterios, si nos apoyamos mutuamente, podremos ofrecer a nuestros hijos lo que más necesitan: una educación que los prepare para vivir con equilibrio, criterio y humanidad en un mundo lleno de pantallas.Rocío TrianesMadre 2º EPO y 5º EPO